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jueves, 6 de junio de 2013

Despedidas...

Dijo, adiós, y tomó de la mesa donde habían compartido un plato de frijoles y algunas tortillas su sombrero. Dirigió una mirada indecisa hacia la carretera y con la mente en blanco. ¿A dónde ir ahora? En definitiva podía quedarse todo el tiempo que quisiera, pero ya se había despedido. El pasado lo impulsaba en la dirección contraria a sus deseos. Aún esto no era nada nuevo. Después de haber permanecido de viaje por tanto tiempo, se olvida uno de lo que realmente quiere; esto igual vale para la vida después de cierta edad. De todas formas permaneció otro rato con el sombrero en la mano, de frente al camino, sin respirar siquiera. ¿Pensabas irte sin despedirte de mí?, escuchó una voz a su espalda. Al dar la vuelta se encontró de frente con los ojos claros y la mirada húmeda de una niña. Si no se hubiera retrasado, no tendrías oportunidad de reclamarle, escuchó que decía la persona con quien había compartido la comida, desde su silla. Pero él no quería irse y tú llegaste a tiempo para despedirlo. El viejo tenía razón, si antes no había salido era porque no tenía de quién le despidiese en serio. Ahora el camino le llamaba con insistencia y si hubiera tenido que detenerse un minuto más le resultaría incómodo en demasía. Sin apartar los ojos de la mirada de la niña dio un paso, alejándose de ella. Sin pensarlo siquiera, como si la mano que sostenía el sombrero no fuera la suya, hizo un ademán elevando el sombrero un poco más alto de su cabeza. Dos pasos más y ya se encontraba en el camino, sin recordar cómo había llegado a él, sin saber cuándo dejaría de andar o si alguna vez había deseado algo siquiera.

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