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lunes, 24 de junio de 2013

Peripatética

Nunca pensé verme en este puesto ni cumpliendo las ordenes de algún superior. Por cierto, hoy es Lunes, debo pasar a recoger a los Fuentes que salen de vacaciones, vayamos y en el camino platicamos. En fin, ¿cómo llegué aquí? No es una historia de esas que sirvan para un buen cuento pero, bueno, nada lo es últimamente. ¿Conoces la falacia del termino medio no distribuido? ¿No? ¿Qué les enseñan en las escuelas estos días? Debes haber escuchado al menos eso de "por cuanto eres tibio, ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca". ¿Sí? Bien, al menos la propaganda aún funciona. Bueno, pues el termino medio sirve para asociar dos extremos. ¿Obvio no? Lo que no es tan obvio es para qué más sirve un término medio; ya ves que hasta Él los vomita -o al menos eso quieren creer los extremistas. Pero bueno, no nos distraigamos. El término medio no distribuido es una especie de término medio, pero deficiente. Es un término que no comprende a los extremos que asocia, es decir, que no es el adecuado para unirlos o que no es capaz de hacerlo. ¿Comprendes? Pues bien, yo fui alguien así. Espera, hay alguien por aquí a quien debo ver, puede que se vaya conmigo, ya vuelvo.

Ya volví, sigamos, no puedo llegar tarde a por los Fuentes. ¿Qué pasó con quién? ¡Ah!, vaya que eres una persona curiosa. Me agradas, pero no tienes por qué saber quien viene o no viene conmigo. Secreto profesional, lo siento. ¿En qué íbamos? Sí, es verdad, yo era un mal elemento y, para colmo, malo hasta para ser malo. El caso es que las cosas no pintaban bien para mí de ninguna manera: ni aquí ni allá tenía buenas referencias; en ningún lugar me recibían y cada vez más cansado de todo, había abandonado poco a poco a todos los que alguna vez me conocieron. Verás, te diré, no era yo una mala persona, para nada, simplemente alguien que cualquier día deja de salir a la calle, que de pronto abandona a sus amigos y se olvida hasta de revisar la cuenta de correo. Con algunos fui un desgraciado, no lo niego, y hay más de una persona a quien mi nombre provoca disgusto de verdad; pero nadie tiene acusaciones verdaderamente graves en mi contra, aunque tampoco nada bueno que decir al final. Ni siquiera se me consideraba un mediocre, para acabar pronto.

Ha comenzado a llover, abriré mi paraguas para que te cubras de la lluvia, yo iré descubierto. No, por favor, que no te incomode, en verdad disfruto la lluvia, su húmeda caricia, el frío que hace vibrar los huesos como cuerdas musicales. No te presto el paraguas porque es parte del uniforme de trabajo y nadie más lo debe tener. Reglas absurdas, toda regla lo es, ciertamente, pues que no existe regla que no se rompa al final. Así, vivir es estar sometido por apariencias pero, con todo y eso, las reglas son la condición de la verdadera libertad, al menos las reglas que surgen de uno mismo, de la real necesidad de ser. Parece que el paraguas ya no es necesario, mejor será guardarlo ahora; lluvias tan ligeras no hacen sino abochornar.

¿En verdad quieres que prosiga? Pensé que te aburriría al cabo de un momento, no es fácil mantener la atención de otros, al menos yo nunca he sido bueno para retener la atención de con quien hablo, ni siquiera la propia. Vaya, vaya, no digas lo que todos dicen en casos iguales, deja de recitar lugares comunes. Prefiero seguir pues mi relato de cómo llegue a este empleo.

Como te estaba diciendo, no debo a mis relaciones mi puesto; tampoco estaba particularmente calificado para ejercerlo, al menos no más que algunos verdaderos expertos en la materia. No se puede decir que nací para esto, como tantos otros nacen para lo que sea que creen haber nacido. En verdad debo mi actual trabajo a la casualidad más que a ninguna otra cosa.

La casualidad tiene muchos disfraces y nunca es fácil dar con ella en medio de las apariencias. ¿Conoces el caso de Proteo? No, no es tan importante. Te decía, muchos creen que la casualidad tiene sus favoritos y elige a quien se presenta, pero esto es una tontería. La casualidad no es sino una indecisión más, y una de las más nocivas indecisiones, pues que la casualidad, cuando ocurre, parece ahorrarte el trabajo de elegir. La mayoría piensa que tal es su suerte, que por un oficio ajeno a sí mismas ha ocurrido la casualidad y es, o bien necesario, o bien un desperdicio, no aprovecharla. Pero esto es totalmente falso. En todo momento elegimos y, aunque pienses probar lo contrario, mencionando que mucho es lo que no has elegido en tu vida, como tu sexo o el lugar donde naciste, la lluvia de hace un instante y más cosas por el estilo, aunque no lo creas así, tú ejerces constantemente tu capacidad de elegir.

Vamos, vamos, no saltes de inmediato a las conclusiones, no seas tan de ideas tan ligeras. Se dice que las reflexiones posteriores suelen ser más sabias que las primeras impresiones. Por eso debes entender que no puedes elegir si no te corresponde la elección. Tus rasgos particulares o la configuración del universo en un momento particular no están directamente relacionados a ti, al contrario, se trata de contingencias, hechos accidentales en tu existencia y en los cuales no tienes ingerencia mayor, sino igualmente accidental.

Tu capacidad de elección no se refiere a ellos, sino a ti y sólo a ti: decidir de algo si es bueno o malo, aprender un nuevo verso, ver un insecto con atención; en todos estos casos eliges y cada elección en particular es, en realidad, una instancia del único tipo de elección que puedes hacer. Me refiero a la elección de usar o no tus facultades, todas ellas, en lo que ahora haces.

Han dado la hora en el reloj de la plaza, me parece que voy un poco tarde, debo apresurarme, los Fuentes están por pasar a unas cuantas calles de aquí. ¿Cómo es eso? Por supuesto que no me he desviado del tema con premeditación. La verdad es muy infrecuente mantener un solo tema, en el curso de una conversación, encadenando una frase tras otra. Rara vez nos detenemos a mitad de lo que decimos a considerar todo lo que presuponemos como claro y conocido. Tampoco es común tomarse la molestia de considerar si la otra persona con quien discursamos sigue o no nuestro razonamiento, simplemente lo damos por hecho.

Unos pasos más y estaremos en el lugar indicado para reunirme con los Fuentes. Aquí es, faltan unos segundos para que lleguen, ¡muy bien! Ya está en posición el niño que provocará el accidente. No me hagas caso. Es sólo que procuro llegar con anticipación siempre y revisar los detalles.

Para un muerto, es una grosería no morir como está previsto o un instante después de lo correspondiente.

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