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martes, 4 de junio de 2013

Lunes

Abordamos el autobús como todas las mañanas.
Todos nosotros somos casi idénticos, copias de nosotros mismos o de un original extinto a fuerza de pasadas por la copiadora.
Pequeños defectos diferencian a uno de otro, errores de decodificado en una proteína insignificante dan como resultado la "diversidad" que nos ciega y divide para beneficio del conductor que nos trae y lleva.
Por asegurar esta diversidad, abordamos el mismo autobús cada mañana de nuestras efímeras vidas y envejecemos en la absoluta soledad de nuestros propios pensamientos.
Ausentes y absortos, comunicándonos con no sé qué contraparte de nuestra alma a través de pensamientos, transcurre hora tras hora de vigilia.
La esperanza de encontrar esa otra mitad nos mueve, pero es una espera que nunca termina para nosotros, una libertad de nosotros mismos que nos encuentra tarde, asimilados de nuevo a la anónima matriz que nos pariera, "muertos".
Llegamos a otra estación y por las puertas del autobús abordan nuevas réplicas inexactas de un original "deconstruído".
Nuestra civilización es un experimento combinatorio a escala universal, un gran algoritmo de configuraciones que dará -hipotéticamente- como resultado el original de todos nosotros, si nos recombinamos lo suficiente.
Cuando los conductores encontraron al original, mejor dicho cuando el original se encontró con los conductores, sucedió una aporía.
Del encuentro entre una directiva y un deseo la temporalidad puede desencajarse, al ser ambas fuerzas constitutivas de la misma.
Sólo una decisión puede optar por una, descartando a la otra. Sin embargo, el original tiene todas las posibilidades de decisión, pues se traslada entre dimensiones.
Con este poder, el original mantenía a raya la entropía, destruyendo versiones de sí mismo que surgen continuamente como un subproducto de su misma existencia.
Los conductores, por su parte, habían descubierto versiones del original en su cruzada por expandir su imperio universal.
De estas versiones se valieron para aumentar su ritmo de expansión, como de puertas que comunicaban puntos distantes del universo instantáneamente.
En apenas un millar de ciclos planetarios, o una billonésima parte de un ciclo galáctico, los conductores habían extendido su civilización por su galaxia y esto con la ayuda de un verdadero milagro.
Versiones trillizas surgieron en la cuna de los conductores, al surgir en un mismo lugar su potencial era prácticamente nulo y por tanto el original tardó en reconocer su existencia.
Pero los conductores enviaron versiones en tres distintas dimensiones, acompañadas por grupos de colonización y reivindicación.
Los colonizadores exterminaban e instituían sedes del imperio en territorios atrasados; los reivindicadores asimilaban civilizaciones avanzadas y sus conocimientos.
De esta manera, la galaxia se pobló rápidamente de conductores y su civilización creció, aglutinando toda la experiencia disponible.
Ya que las versiones se comunican una con otra de manera continua e instantánea, el tránsito de información y materiales a través de distancias galácticas se convirtió en algo dado.
Respecto al desplazamiento individual de las versiones, una versión puede regresar a cualquier lugar en que haya estado con anterioridad, con sólo un pequeño tiempo de espera.
Esto resolvió de una vez por todas el problema de disponibilidad que padece cualquier agrupación e instituyó el imperio de los conductores.
Nuevas copias abordan el autobús, entre ellas reconozco a alguien.
- ¡Roo! ¿Me recuerdas?, atraigo su atención con un grito.
Roo pasa por un lado de mí y se sienta en las piernas de otro pasajero, al que comienza a masturbar con sus caderas por encima de la ropa, haciéndole un lap-dance.
- Verás cómo soy bueno para esto, B., dice mirándome a los ojos y no puedo escapar del embrujo de su mirada.
Un cuerpo de guardia se acerca al autobús por el hangar, el que viene al frente parece un oficial de alto rango y extremadamente estricto. Dirigiéndose a sus subordinados exclama seco:
- Tan cerca que estamos de resolver el acertijo y aún no se han aniquilado estos ángeles repulsivos.
El oficial se refiere a Roo y acaricia su arma mientras capta con sus ojos mi atención. Seguramente le ha atraído el hecho de que Roo y yo somos gemelos idénticos y mi cara de corazón roto que grita el amor que alguna vez creí que compartíamos.

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