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sábado, 24 de agosto de 2013

Salida de campamento

Nos disponíamos a abandonar el campamento. Habíamos acampando precisamente en una de las galerías de un gran centro comerciar, la cual estaba adornada con motivos navideños y parecía una pequeña villa de Santa, sólo que en lugar de casas, los duendes vivían en roperos repletos de regalos.
Ya habíamos recogido y empacado nuestro equipo y pensamos en tomar algunas de las cosas que se guardaban en los roperos como recuerdo, pero pensando mejor la cosa, preferí no tomar nada para mí, alegando que aquellas cosas tal vez pertenecieran a otros Scouts. Mi ejemplo persuadió a los demás.
Sólo quise que me tomasen una foto parado sobre un terraplén que había por allí, y crear la ilusión óptica de que yo estaba poniendo la estrella al árbol de navidad. Sin embargo, cuando intenté escalar hasta la posición para la fotografía, el decorado pareció desgarrarse y ceder a mi peso, como si el terraplén, lo roperos, la realidad entera fuese una manta pintada.
Entonces todos los que vieron aquel intento mío por escalar se ofrecieron espontáneamente a auxiliarme, cual si conquistar la cima fuese una tarea de conjunto. ¿Por qué sintieron aquél impulso súbito de objetivo común? Lo ignoro, pero lo cierto es que aquello nos pareció extraordinario y así lo expresaron:
- Esto estuvo muy fumado.
Nos veíamos a la cara unos y otros, reunidos en circulo parados sobre los restos de la escenografía. La fotografía había perdido sentido.
- ¿Fumado?
- Sí, o ¿cómo dicen ustedes cuando pasa algo así?
- Muy loco.
- Es lo mismo.
Unos loqueamos, otros fumamos, y unos más densean... jerga para definir algo más significativo que el paso de la vida.

martes, 2 de julio de 2013

doce horas después del ir a la cama

Encontrar el tiempo o hacer el tiempo.
Aprehender, juzgar y hablar.
Soportar no hacer nada.
Vivir a mitad de camino, entre una emoción y un recuerdo, cada vez más melancólico por los sentimientos que ya no siento y las palabras que ahora significan nada.

lunes, 24 de junio de 2013

VEO EL ARO

nEUTRALIDAD PERFECTA

Peripatética

Nunca pensé verme en este puesto ni cumpliendo las ordenes de algún superior. Por cierto, hoy es Lunes, debo pasar a recoger a los Fuentes que salen de vacaciones, vayamos y en el camino platicamos. En fin, ¿cómo llegué aquí? No es una historia de esas que sirvan para un buen cuento pero, bueno, nada lo es últimamente. ¿Conoces la falacia del termino medio no distribuido? ¿No? ¿Qué les enseñan en las escuelas estos días? Debes haber escuchado al menos eso de "por cuanto eres tibio, ni frío ni caliente, te vomitaré de mi boca". ¿Sí? Bien, al menos la propaganda aún funciona. Bueno, pues el termino medio sirve para asociar dos extremos. ¿Obvio no? Lo que no es tan obvio es para qué más sirve un término medio; ya ves que hasta Él los vomita -o al menos eso quieren creer los extremistas. Pero bueno, no nos distraigamos. El término medio no distribuido es una especie de término medio, pero deficiente. Es un término que no comprende a los extremos que asocia, es decir, que no es el adecuado para unirlos o que no es capaz de hacerlo. ¿Comprendes? Pues bien, yo fui alguien así. Espera, hay alguien por aquí a quien debo ver, puede que se vaya conmigo, ya vuelvo.

Ya volví, sigamos, no puedo llegar tarde a por los Fuentes. ¿Qué pasó con quién? ¡Ah!, vaya que eres una persona curiosa. Me agradas, pero no tienes por qué saber quien viene o no viene conmigo. Secreto profesional, lo siento. ¿En qué íbamos? Sí, es verdad, yo era un mal elemento y, para colmo, malo hasta para ser malo. El caso es que las cosas no pintaban bien para mí de ninguna manera: ni aquí ni allá tenía buenas referencias; en ningún lugar me recibían y cada vez más cansado de todo, había abandonado poco a poco a todos los que alguna vez me conocieron. Verás, te diré, no era yo una mala persona, para nada, simplemente alguien que cualquier día deja de salir a la calle, que de pronto abandona a sus amigos y se olvida hasta de revisar la cuenta de correo. Con algunos fui un desgraciado, no lo niego, y hay más de una persona a quien mi nombre provoca disgusto de verdad; pero nadie tiene acusaciones verdaderamente graves en mi contra, aunque tampoco nada bueno que decir al final. Ni siquiera se me consideraba un mediocre, para acabar pronto.

Ha comenzado a llover, abriré mi paraguas para que te cubras de la lluvia, yo iré descubierto. No, por favor, que no te incomode, en verdad disfruto la lluvia, su húmeda caricia, el frío que hace vibrar los huesos como cuerdas musicales. No te presto el paraguas porque es parte del uniforme de trabajo y nadie más lo debe tener. Reglas absurdas, toda regla lo es, ciertamente, pues que no existe regla que no se rompa al final. Así, vivir es estar sometido por apariencias pero, con todo y eso, las reglas son la condición de la verdadera libertad, al menos las reglas que surgen de uno mismo, de la real necesidad de ser. Parece que el paraguas ya no es necesario, mejor será guardarlo ahora; lluvias tan ligeras no hacen sino abochornar.

¿En verdad quieres que prosiga? Pensé que te aburriría al cabo de un momento, no es fácil mantener la atención de otros, al menos yo nunca he sido bueno para retener la atención de con quien hablo, ni siquiera la propia. Vaya, vaya, no digas lo que todos dicen en casos iguales, deja de recitar lugares comunes. Prefiero seguir pues mi relato de cómo llegue a este empleo.

Como te estaba diciendo, no debo a mis relaciones mi puesto; tampoco estaba particularmente calificado para ejercerlo, al menos no más que algunos verdaderos expertos en la materia. No se puede decir que nací para esto, como tantos otros nacen para lo que sea que creen haber nacido. En verdad debo mi actual trabajo a la casualidad más que a ninguna otra cosa.

La casualidad tiene muchos disfraces y nunca es fácil dar con ella en medio de las apariencias. ¿Conoces el caso de Proteo? No, no es tan importante. Te decía, muchos creen que la casualidad tiene sus favoritos y elige a quien se presenta, pero esto es una tontería. La casualidad no es sino una indecisión más, y una de las más nocivas indecisiones, pues que la casualidad, cuando ocurre, parece ahorrarte el trabajo de elegir. La mayoría piensa que tal es su suerte, que por un oficio ajeno a sí mismas ha ocurrido la casualidad y es, o bien necesario, o bien un desperdicio, no aprovecharla. Pero esto es totalmente falso. En todo momento elegimos y, aunque pienses probar lo contrario, mencionando que mucho es lo que no has elegido en tu vida, como tu sexo o el lugar donde naciste, la lluvia de hace un instante y más cosas por el estilo, aunque no lo creas así, tú ejerces constantemente tu capacidad de elegir.

Vamos, vamos, no saltes de inmediato a las conclusiones, no seas tan de ideas tan ligeras. Se dice que las reflexiones posteriores suelen ser más sabias que las primeras impresiones. Por eso debes entender que no puedes elegir si no te corresponde la elección. Tus rasgos particulares o la configuración del universo en un momento particular no están directamente relacionados a ti, al contrario, se trata de contingencias, hechos accidentales en tu existencia y en los cuales no tienes ingerencia mayor, sino igualmente accidental.

Tu capacidad de elección no se refiere a ellos, sino a ti y sólo a ti: decidir de algo si es bueno o malo, aprender un nuevo verso, ver un insecto con atención; en todos estos casos eliges y cada elección en particular es, en realidad, una instancia del único tipo de elección que puedes hacer. Me refiero a la elección de usar o no tus facultades, todas ellas, en lo que ahora haces.

Han dado la hora en el reloj de la plaza, me parece que voy un poco tarde, debo apresurarme, los Fuentes están por pasar a unas cuantas calles de aquí. ¿Cómo es eso? Por supuesto que no me he desviado del tema con premeditación. La verdad es muy infrecuente mantener un solo tema, en el curso de una conversación, encadenando una frase tras otra. Rara vez nos detenemos a mitad de lo que decimos a considerar todo lo que presuponemos como claro y conocido. Tampoco es común tomarse la molestia de considerar si la otra persona con quien discursamos sigue o no nuestro razonamiento, simplemente lo damos por hecho.

Unos pasos más y estaremos en el lugar indicado para reunirme con los Fuentes. Aquí es, faltan unos segundos para que lleguen, ¡muy bien! Ya está en posición el niño que provocará el accidente. No me hagas caso. Es sólo que procuro llegar con anticipación siempre y revisar los detalles.

Para un muerto, es una grosería no morir como está previsto o un instante después de lo correspondiente.

viernes, 21 de junio de 2013

Total

Este mundo de ambigüedades deprimentes, que te exige definición aunque todo está tan confuso y embrollado, en el que nada es lo que aparenta y la apariencia es a veces una red tan fina e inextricable que corta el aire, pero no nuestros cuerpos; en resumen, estoy harto de que en todo halle una ambigüedad.

No me sorprende que Alejandro haya simplemente sacado su espada y puesto un "hasta aquí" a la duda de si él (el hombre) era o no la persona adecuada para gobernar destinos de hombres, incluido el suyo propio.
Pero a su vez, me sorprende cómo los gobernantes son tan ciegos para entender, que son la marioneta de todos sus servidores.

"M'anque no quiera uno", la esclavitud comienza por ser a/de uno mismo y de lo que uno propiamente necesita, pues no habrá hombre capaz de gobernar mejor desatendiéndose.

Luego viene Cristo, más Dios que hombre, pero mezclado en la proporción justa para hacer más evidente aún la imposibilidad de diferenciar a uno del otro.

Dios nepótico, que hace excepciones por favorecer a su madre; Dios injusto, que valora el corazón del hombre y no su historia; Dios inclemente, pues deja caer sobre los hijos nonatos el pecado de sus madres. Hombre-dios más que Dios-hombre.

Cualquiera se cree divino en sí mismo (al menos, partícipe de la divinidad), pero ¿quién reflexiona que ostentamos esta creencia como hombres? Llamamos loco al que vive como Dios, sin llorar, haciendo en todo su voluntad.

Romper con el pasado es romper con los dioses y, a la vez, despreciar la única forma de ser humano,
inter homines, sed pro homine
Increíble que una simple "S" cambie de significado, entre lo que tenemos de groseros, de gregarios, de inmediatos y lo que somos de divinos, únicos y trascendentes; entre "hombres"[homines] y "persona"[homine].

sábado, 8 de junio de 2013

Sábado

Mi reciente infelicidad se debe a que he perdido contacto con la versión previa inmediata de que procedo. Soy, por así decirlo, una copia infiel. En nuestra civilización  lo más importante es ser original (o pretender ser el reflejo más fiel del desaparecido Original). Esto, por supuesto, es imposible; me refiero a ser el Original o estar infinítamente cerca de serlo, pues si tal Original existiera nuestra civilización habría desaparecido, por el poder mismo del Original, que destruye toda versión de él por mera proximidad física, o mejor dicho la absorbe. Sólo versiones de idéntico valor pueden subsistir una junto a otra, como en el caso de las Versiones Trillizas que dispersaron a los Conductores por toda la galaxia. Y por esto mismo es común el canibalismo entre nosotros. No podemos evitarlo, de hecho, ni siquiera estamos conscientes de estar asimilando versiones inferiores cuando nos topamos caminando cualquier día. Esto supone una incertidumbre constante y una atroz tortura sicológica, pues podemos ser asimilados así nomas, sin previo aviso y desaparecer hasta de la memoria de nuestros conocidos. Y no es que se borre todo rastro de la memoria colectiva, no es así, sino que el asimilado y sus conexiones pasan referir a la versión que asimila; entonces no es que el asimilado sea olvidado, ni siquiera significa que una versión mejor de uno mismo lo suplante a uno; sino que todo lo que él significa deja tener sentido porque pasa a ser parte indistinguible de un otro más completo. Dicho de un modo simple, se evidencia la redundancia del asimilado y la redundancia no puede ser algo en sí misma, ni tampoco lo fue alguna vez.
Esta característica de nuestra existencia es un riesgo para la continuidad del programa combinatorio universal, pues, si el Original sólo puede ser producto de la recombinación de cualquiera de las versiones existentes, es necesario proteger y conservar cada una de estas, independientemente de su proximidad al Original,  cada versión es -en teoría- un posible Original. Los Conductores nos impusieron una moralidad derivada de este hecho, resumida en la sentencia: "la versión es para la versión algo sagrado", y diseñaron un sistema de información que nos facilitase evitarnos mutuamente. Toda versión tiene la posibilidad, el derecho y, en cierto sentido, la obligación de evadir cualquier encuentro con alguna otra versión previa -mediata o inmediata-, minimizando así el riesgo de ser asimilada espontáneamente. De tal modo existimos, mas llevamos una existencia atrozmente tortuosa, sometidos por miedo constante de morir o matar con el siguiente paso que damos, temerosos de cometer un crimen moral por la simple omisión de validar cada uno de nuestros movimientos en el sistema de información diseñado por los Conductores, y perseguidos por el presentimiento de una asimilación próxima. Francamente oprimidos por el sentimiento de que al momento siguiente se desatará la catástrofe. Estamos, por ponerlo de un modo totalmente gráfico, enterrados vivos bajo montañas de nieve que, si nos permitimos el más mínimo respiro, caerán como una avalancha sobre nosotros asfixiándonos.
Por otro lado, perseguir el sentido de nuestra existencia como nos inculcan los Conductores -aparearnos para recombinarnos- es de igualmente una bomba de tiempo, pues cada nueva versión que se gesta puede ser el Original que evidenciará nuestra redundancia y asimilará todas nuestras existencias. Nacer será el crimen de ese hijo, y su pecado a expiar con el exilio a lo largo y ancho del universo. Apenas naciendo quedará completamente sólo, desprovisto de la posibilidad de cualquier contacto con otro ser que lo entienda. Ningún otro ente en todo el universo padece alienación similar a la del Original: desprovisto de la posibilidad siquiera de concebirse a sí mismo, no puede evitar desear conocerse. Incluso es probable que los Conductores lo hayan destruido tan sólo por apiadarse de existencia tan tormentosa, y no porque representase una amenaza a sus planes imperialistas, pues, a fin de cuentas, siempre habrá versiones y apenas dos de ellas son necesarias para establecer un portal de transmisión inmediata, e incluso una sola puede transportar de un punto a otro cualquier cosa anexa a ella con tal que haya estado antes en el lugar de destino.

El hecho de que existamos, de que toda nuestra civilización esté en este plano, prueba que el proceso combinatorio aún no ha dado como resultado una versión más original, al contrario, cada recién nacido se aleja un poco más del Original. Aún no ha nacido quien evidencie la redundancia de nuestra civilización y todos nuestros, versiones previas o posteriores.
Por esto es que dejé de validar mis movimientos en el sistema de información de los Conductores. A la vista de mis congéneres, pretendo mi suicidio, aunque no exactamente. Suicidarse es una decisión consciente al fin y al cabo, un ejercicio del ser. En cambio, mi negligencia es una afirmación de todo lo repudiable en este universo, un negarme a ser y un destruirme a través de esta negación, pero destruyéndome sin el consuelo de que elijo la destrucción o la procuro conscientemente; al momento de ser asimilado toda intención de mi parte, como también toda memoria de la misma desaparecerá. Por ponerlo en términos morales, mi pecado se expía por el hecho mismo de pecar, deja de ser pecado y no puedo regodearme en la afirmación de que hago conscientemente mal o de que busco transigir ley o conveniencia alguna.
En estricto sentido, los Conductores no prohíben la asimilación, ni tampoco pretender castigar la negligencia que provocase la asimilación de una versión cualquiera, debido ante todo a que la recombinación es un proceso indeterminado e indeterminable en sí mismo. No porque se garantice la existencia de todas y cada una de las versiones el programa combinatorio universal tiene más probabilidades de éxito. De hecho, conceptualmente, la recombinación de enriquece de asimilaciones aleatorias o imprevistas. Suicidarse es pues, en nuestro caso, otro modo de ejecutar nuestra entelequia, otra forma de madurar, aunque negativa, en el sentido de que se opone a los métodos establecidos y sancionados para alcanzar nuestro destino solamente. Es, de cierta manera, un estilo de vida no oficial, pero no por esto menos válido o gratificante, si es que algo de gratificante existe en una existencia como la nuestra.

jueves, 6 de junio de 2013

Despedidas...

Dijo, adiós, y tomó de la mesa donde habían compartido un plato de frijoles y algunas tortillas su sombrero. Dirigió una mirada indecisa hacia la carretera y con la mente en blanco. ¿A dónde ir ahora? En definitiva podía quedarse todo el tiempo que quisiera, pero ya se había despedido. El pasado lo impulsaba en la dirección contraria a sus deseos. Aún esto no era nada nuevo. Después de haber permanecido de viaje por tanto tiempo, se olvida uno de lo que realmente quiere; esto igual vale para la vida después de cierta edad. De todas formas permaneció otro rato con el sombrero en la mano, de frente al camino, sin respirar siquiera. ¿Pensabas irte sin despedirte de mí?, escuchó una voz a su espalda. Al dar la vuelta se encontró de frente con los ojos claros y la mirada húmeda de una niña. Si no se hubiera retrasado, no tendrías oportunidad de reclamarle, escuchó que decía la persona con quien había compartido la comida, desde su silla. Pero él no quería irse y tú llegaste a tiempo para despedirlo. El viejo tenía razón, si antes no había salido era porque no tenía de quién le despidiese en serio. Ahora el camino le llamaba con insistencia y si hubiera tenido que detenerse un minuto más le resultaría incómodo en demasía. Sin apartar los ojos de la mirada de la niña dio un paso, alejándose de ella. Sin pensarlo siquiera, como si la mano que sostenía el sombrero no fuera la suya, hizo un ademán elevando el sombrero un poco más alto de su cabeza. Dos pasos más y ya se encontraba en el camino, sin recordar cómo había llegado a él, sin saber cuándo dejaría de andar o si alguna vez había deseado algo siquiera.